Las armas nucleares han cambiado drásticamente el panorama de la seguridad global desde su primer uso en 1945. A diferencia de las armas convencionales, las armas nucleares aprovechan el poder de las reacciones nucleares para producir explosiones masivas y devastación generalizada. El régimen de no proliferación nuclear representa un esfuerzo global para mitigar los graves riesgos que plantean este tipo de armas al tiempo que fomenta los usos pacíficos de la radioactividad. Desde 1957 en adelante, hubo momentos cruciales en este régimen, culminando con el Tratado sobre la No Proliferación de Armas Nucleares (TNP) en 1968. Sin embargo, a pesar de los tratados sólidos y la cooperación internacional, el camino hacia el desarme nuclear global sigue estando lleno de desafíos. Actualmente, hay amenazas modernas que demandan esfuerzos continuos hacia la seguridad de un mundo libre de armas nucleares.
El comienzo del régimen
A raíz de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, el mundo se dio cuenta rápidamente del potencial destructivo de las armas nucleares. Esto llevó a un aumento de las llamadas a la regulación y control. En 1953, el presidente de EE. UU., Dwight D. Eisenhower propuso la creación de una agencia de las Naciones Unidas enfocada en controlar la tecnología nuclear mientras promovía los beneficios de sus usos pacíficos. Siguiendo su propuesta, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) fue establecida en 1957, con su sede en Viena. La AIEA fue diseñada para promover la energía nuclear pacífica y asegurar que la tecnología nuclear no se desviara a la producción de armas nucleares. Desde entonces, ha jugado un papel crucial en la supervisión de programas nucleares y facilitando la cooperación técnica entre países.
El camino hacia un tratado de no proliferación formal comenzó más decididamente en 1961, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 1665, propuesta por Irlanda. La resolución llamaba a todos los estados a negociar un tratado que impidiera que los estados no armados nuclearmente adquirieran armas nucleares.
La urgencia de controlar las armas nucleares se subrayó aún más por la Crisis de los Misiles en Cuba en 1962, que llevó al mundo peligrosamente cerca de una guerra nuclear. Los cabezales de guerra soviéticos fueron instalados en suelo cubano, y Estados Unidos participó en un bloqueo naval para ganar tiempo mientras negociaba la retirada de los misiles con la Unión Soviética. Afortunadamente, esos estados concluyeron un acuerdo secreto, según el cual Cuba perdería los cabezales de guerra, pero también se retirarían los misiles estadounidenses en Turquía e Italia. Tras esta crisis, Estados Unidos y la Unión Soviética comenzaron a negociar más seriamente para controlar las armas nucleares, enfocándose en dos tipos de no proliferación:
- La no proliferación horizontal para evitar la propagación de armas nucleares a países adicionales y a actores no estatales.
- La no proliferación vertical: para limitar o reducir los arsenales nucleares de los países que ya los poseían.
En 1963, el Tratado de Prohibición Parcial de los Ensayos Nucleares (PTBT, en inglés) fue firmado inicialmente por Estados Unidos, la Unión Soviética y el Reino Unido. Este tratado prohibía las pruebas nucleares en la atmósfera, bajo el agua y en el espacio, restringiéndolas a entornos subterráneos con la esperanza de limitar el desarrollo y refinamiento adicional de armas nucleares. No obstante, el PTBT carecía de un mecanismo para la supervisión internacional, y esta omisión limitó su eficacia.
El Tratado de No Proliferación
Finalmente, en 1968, el régimen de no proliferación nuclear progresó significativamente, debido a la adopción del Tratado sobre la No Proliferación de Armas Nucleares (TNP). Este tratado entró en vigor en 1970 y se convirtió en la piedra angular del régimen. Se basó en tres pilares:
- No proliferación (artículos I y II): Los estados con armas nucleares, definidos como aquellos que habían probado armas nucleares antes del 1 de enero de 1967, acordaron no transferir armas nucleares u otros dispositivos explosivos, y los estados sin armas nucleares acordaron no intentar desarrollar ni adquirir tales dispositivos. En términos prácticos, solo los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas estaban autorizados a poseer armas nucleares: Estados Unidos, el Reino Unido, Francia, Rusia y China.
- Desarme (artículo VI): Los estados con armas nucleares se comprometieron a negociar de buena fe hacia el desarme nuclear y, eventualmente, hacia el desarme general y completo.
- Uso pacífico de la tecnología nuclear (artículo IV): Todos los estados tenían derecho a participar en el intercambio de información científica y tecnológica para fomentar los usos pacíficos de la energía nuclear.
De acuerdo con el Artículo III del TNP, los estados no armados nuclearmente están obligados a firmar acuerdos de salvaguardias con la AIEA para asegurar el cumplimiento de sus compromisos de no proliferación. La AIEA tiene el mandato de inspeccionar la circulación y el uso de materiales nucleares, y estas salvaguardias son vitales para asegurar que los programas nucleares civiles no se conviertan en programas de armas nucleares.
A pesar de la amplia adopción del TNP (con notables excepciones como India, Pakistán, Israel y Sudán del Sur), persisten los desafíos. Corea del Norte, por ejemplo, se retiró del tratado en 2003 y, desde entonces, ha desafiado el régimen de no proliferación al participar en sucesivas pruebas nucleares.
El Régimen en el Apogeo de la Guerra Fría
En la década de 1970, surgió un período de distensión en la Guerra Fría, en el que la reducción de tensiones condujo a tratados significativos entre Estados Unidos y la Unión Soviética destinados a limitar los arsenales nucleares y los sistemas de entrega. Entre estos se destacó el Tratado de Misiles Antibalísticos de 1972, que restringía el uso de sistemas de defensa de misiles que pudieran interceptar misiles balísticos entrantes. Ese mismo año, las Conversaciones sobre la Limitación de Armas Estratégicas (SALT I, en inglés) resultaron en más acuerdos para limitar tanto los misiles balísticos intercontinentales como los lanzados desde submarinos. Esta fase de negociación continuó con el Tratado de Prohibición del Umbral de Pruebas Nucleares (TTBT, en inglés) en 1974, que limitaba las pruebas nucleares a menos de 150 kilotones para inhibir el desarrollo de armas nucleares más sofisticadas.
Empero, la década de 1980 presenció un resurgimiento de las tensiones de la Guerra Fría, lo que brevemente estancó el progreso en el control de armas. Esto cambió en 1987 con el Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF, en inglés), que eliminó todos los misiles balísticos y de crucero basados en tierra con alcances de 500 a 5,500 kilómetros. Este tratado afectó significativamente el panorama de seguridad de Europa, ya que el continente ya no estaría amenazado por misiles nucleares soviéticos. En el mismo año, los países del G7 iniciaron el Régimen de Control de Tecnología de Misiles (MTCR, en inglés), una asociación informal y voluntaria destinada a prevenir la proliferación de misiles capaces de llevar cargas significativas, incluidas armas de destrucción masiva. El MTCR, inicialmente enfocado en misiles capaces de llevar armas nucleares, se expandió para incluir vehículos aéreos no tripulados y otros sistemas de entrega, y ahora involucra a más de 30 países.
El Régimen a Fines del Siglo XX
La década de 1990 abrió nuevas oportunidades para la no proliferación nuclear en el entorno post-Guerra Fría. La Conferencia de Revisión del TNP de 1995 no solo extendió el Tratado de No Proliferación Nuclear de manera indefinida, sino que también propuso la creación de una zona libre de armas nucleares en Medio Oriente. Aunque estos esfuerzos enfrentaron contratiempos, particularmente después del asesinato del Primer Ministro israelí Yitzhak Rabin, marcaron un intento significativo de desarme regional. Otro desarrollo crucial fue el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares en 1996, que buscaba prohibir todas las explosiones nucleares. Sin embargo, este tratado aún no ha entrado en vigor debido a la falta de ratificación por parte de naciones clave. La revelación de actividades nucleares clandestinas en Corea del Norte e Irak motivó la aprobación de un protocolo adicional al Acuerdo de Salvaguardias de la AIEA en 1997, mejorando la capacidad de la agencia para inspeccionar y verificar programas nucleares.
Los desafíos legales y consultivos también surgieron, más notablemente a través de una opinión consultiva de 1996 del Tribunal Internacional de Justicia (TIJ). Según el Tribunal, la legalidad del uso de armas nucleares no podía descartarse y necesitaría ser analizada caso por caso. Aun así, los jueces fueron enfáticos en que el derecho internacional humanitario debía ser respetado en cualquier circunstancia, siempre que la supervivencia de un estado no esté amenazada.
En 2000, la Sexta Conferencia de Revisión del TNP marcó un avance significativo en los esfuerzos de desarme nuclear. Durante esta conferencia, se adoptó un documento titulado «13 Pasos Prácticos sobre No Proliferación y Desarme«. Este documento estableció pautas específicas dirigidas a implementar el Artículo VI del TNP, centrado en el desarme de los estados armados nuclearmente. La aprobación de estos pasos fue impulsada en gran medida por la presión ejercida por la Coalición de la Nueva Agenda (NAC, en inglés), un grupo de países de poder medio no nucleares. Estas naciones argumentaron contra la extensión indefinida del TNP sobre la base de que los estados con armas nucleares no estaban cumpliendo con sus obligaciones de desarme según lo descrito en el Artículo VI. La Coalición abogó por la eliminación total de los arsenales nucleares y la garantía de que tales armas nunca volverían a producirse.
No obstante, desde 2000 en adelante, hubo notorios fracasos en las Conferencias de Revisión del TNP subsiguientes. No fue hasta 2017 que ocurrió otro avance significativo debido a las negociaciones bajo los auspicios de las Naciones Unidas.
El TPNW y Desarrollos Recientes
En 2017, se concluyeron las negociaciones para el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPNW, en inglés). Este tratado surgió de discusiones impulsadas por la Iniciativa Humanitaria, un grupo de estados que celebró conferencias sobre armas nucleares en 2013 y 2014. Este grupo destacó las consecuencias humanitarias, ambientales y económicas catastróficas de las detonaciones nucleares accidentales o intencionadas, y se comprometió a « llenar el vacío legal para la prohibición y eliminación de las armas nucleares ».
Otra fuerza importante detrás del TPNW fue la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN, en inglés), una coalición de organizaciones de la sociedad civil que desempeñó un papel crucial en la conferencia internacional que negoció el tratado. En reconocimiento a sus esfuerzos, ICAN fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 2017.
Empero, ninguna potencia nuclear significativa ni miembros de la OTAN se unieron al TPNW. Por ejemplo, los Países Bajos fue el único país de la OTAN que participó en las negociaciones del TPNW pero votó en contra del tratado. Otros países no votaron en absoluto, incluso se abstuvieron de las discusiones preliminares en las Naciones Unidas. Estos actores argumentan que una prohibición gradual de las armas nucleares es preferible, ya que una prohibición inmediata podría socavar sus políticas de disuasión nuclear.
Aun así, el TPNW entró en vigor en 2021 tras ser ratificado por 50 estados. Su eficacia es algo limitada, pero los cinco estados armados nucleares oficialmente reconocidos parecen tener fe en los objetivos del tratado. En 2023, emitieron una declaración conjunta sobre la prevención de la guerra nuclear y la evitación de una carrera armamentista, afirmando que una guerra nuclear no puede ser ganada y nunca debe ser librada.
De todos modos, estos estados siguen mostrándose reticentes a participar en conferencias internacionales de no proliferación sobre la eliminación completa de sus arsenales nucleares. Actualmente, según algunas estimaciones, Estados Unidos y Rusia poseen los arsenales nucleares más grandes del mundo, cada uno con alrededor de 5000 a 6000 ojivas. China mantiene el tercer arsenal más grande, consistente en aproximadamente 400 ojivas. Ninguno de ellos parece inclinado a reducir significativamente sus arsenales, y es probable que otros poderes regionales, como India, Pakistán e Israel, estén intentando aumentar sus capacidades nucleares.
Conclusión
El régimen de no proliferación nuclear refleja los esfuerzos continuos de la comunidad global para gestionar los profundos riesgos asociados con las armas nucleares. Se esfuerza por lograr un equilibrio entre garantizar la paz y la seguridad internacionales al mismo tiempo que promueve los usos legítimos de la tecnología nuclear. A pesar del establecimiento de un marco robusto de tratados y acuerdos, el camino hacia el desarme nuclear global sigue estando lleno de desafíos políticos y técnicos. La modernización de los arsenales estadounidenses y rusos, así como la aparición de nuevos estados nucleares, subrayan la necesidad de una cooperación internacional sostenida y vigilancia en la búsqueda de un mundo libre de la amenaza de las armas nucleares.
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