En 2015, el periodista británico Tim Marshall publicó Prisioneros de la geografía: Todo lo que hay que saber de política mundial a partir de diez mapas. Este libro divide el globo en diez regiones, analizando cómo características geográficas como ríos, montañas y mares influyen en decisiones políticas, en estrategias militares y en el desarrollo económico. Tim Marshall es elogiado por hacer un tema complejo accesible y atractivo. Sin embargo, su libro también enfrenta críticas por ciertas omisiones. Los críticos señalan que, al enfocarse únicamente en la geografía, Marshall a veces descuida otros factores significativos en la toma de decisiones políticas. En cualquier caso, es útil aprender de las ideas en Prisioneros de la Geografía.
A continuación, hay un resumen del primer capítulo del libro, que se centra en Rusia. Tenga en cuenta que este capítulo discute la invasión de Crimea en 2014, pero se publicó antes de la Guerra ruso-ucraniana que comenzó en 2022.
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Rusia, un país inmenso que abarca diecisiete millones de kilómetros cuadrados y once zonas horarias, ostenta el título de la nación más grande del mundo. Su vasto paisaje incluye terrenos diversos, incluyendo bosques, lagos, ríos, tundra congelada, estepa, taiga y montañas. Esta enormidad geográfica ha influido profundamente en la percepción global, con Rusia simbólicamente representada por el oso, un animal que encarna tanto la majestuosidad como la ferocidad. Los rusos, cautelosos de invocar la naturaleza más oscura del oso, a menudo se refieren a él como «medved», que significa «el que le gusta la miel».
La nación se extiende por Europa y Asia, dividida por los Montes Urales. La Rusia europea se encuentra al oeste, mientras que Siberia se extiende hacia el este hasta el Océano Pacífico. Atravesar Siberia en tren es un viaje de seis días, incluso en la era moderna. Los líderes rusos históricamente han centrado sus políticas hacia el oeste, considerando las vastas distancias y diferencias regionales a través de su territorio.
La descripción de Winston Churchill en 1939 de Rusia como «un acertijo, envuelto en un misterio, dentro de un enigma» sigue siendo una referencia popular entre los escritores. Churchill creía que la clave para entender Rusia es su interés nacional. Esta perspectiva parece relevante para el liderazgo ruso contemporáneo, que, a pesar de las apariencias democráticas, conserva una esencia autoritaria con los intereses nacionales en su núcleo.
La posición geográfica de Rusia moldea sus consideraciones estratégicas. La Llanura nordeuropea, un corredor que va desde Francia hasta los Urales y solo tiene 483 kilómetros de ancho en Polonia, presenta tanto una oportunidad como un desafío. Para Rusia, Polonia es una puerta de acceso para el avance militar y para prevenir enfoques enemigos hacia Moscú. No obstante, a medida que la franja de tierra se ensancha hacia las fronteras de Rusia, se vuelve difícil de defender debido a su vastedad. La resistencia histórica de Rusia contra invasiones desde esta dirección, como se vio en las campañas fallidas de Napoleón y Hitler, se debe en parte a su profundidad estratégica y a la logística desafiante para los ejércitos invasores.
En el Lejano Oriente ruso, la geografía actúa como una defensa natural. Las duras condiciones y dificultades logísticas disuaden posibles invasiones desde Asia. A pesar de la aparente improbabilidad de invasiones, la historia de Rusia está marcada por múltiples incursiones desde el oeste en los últimos cinco siglos. Esto incluye invasiones por parte de Polonia, Suecia, Francia y Alemania, destacando un patrón recurrente de conflicto a lo largo de la Llanura nordeuropea.
Posterior a la Segunda Guerra Mundial, Rusia expandió su territorio, reflejando el alcance del antiguo Imperio ruso. En respuesta a la percibida amenaza de agresión soviética, la OTAN se formó en 1949. El Pacto de Varsovia, un tratado de defensa colectiva liderado por Rusia, se estableció en 1955 como contramedida. Sin embargo, en la década de 1980, la fuerza del Pacto se debilitó, llevando a su disolución tras la caída del Muro de Berlín en 1989.
El presidente Vladimir Putin, crítico del expresidente soviético Mijaíl Gorbachov, considera la disolución de la Unión Soviética como un desastre geopolítico significativo. Rusia ha observado con preocupación la expansión hacia el este de la OTAN, especialmente cuando los antiguos estados soviéticos y los países de Europa del Este se unieron a la alianza. A pesar de las afirmaciones de la OTAN en sentido contrario, Rusia sostiene que se le aseguró que estas naciones no se convertirían en miembros de la OTAN.
Rusia, mirando hacia el próximo siglo, reconoce la imprevisibilidad de la dinámica global. Así como era imprevisible hace un siglo que las fuerzas estadounidenses estarían apostadas cerca de Moscú, Rusia ha sido testigo de profundos cambios geopolíticos en las últimas décadas. Tras el colapso de la Unión Soviética, cada estado del antiguo Pacto de Varsovia, excepto Rusia, se unió a la OTAN o a la Unión Europea hasta 2004. Esta expansión ha influido significativamente en la perspectiva estratégica de Moscú, moldeada por la extensa historia de Rusia.
Los orígenes de Rusia se remontan al siglo IX con el Rus de Kiev, una federación de eslavos orientales centrada en Kiev, en la actual Ucrania. No obstante, las invasiones mongolas en el siglo XIII obligaron a un traslado del corazón ruso a Moscú. Esta Rusia temprana, conocida como el Gran Principado de Moscovia, era vulnerable debido a su geografía, careciendo de defensas naturales contra la amenaza mongola desde el sur y el este.
Iván el Terrible, el primer zar de Rusia, fue pionero en la estrategia de expansión como forma de defensa, lo que llevó a un crecimiento territorial significativo. Bajo su gobierno, Rusia se expandió hacia el este hasta los Urales, al sur hasta el mar Caspio y al norte hasta el Círculo Polar Ártico. Esta expansión proporcionó profundidad estratégica y una zona de amortiguamiento contra posibles invasores.
En el siglo XVIII, bajo Pedro el Grande y Catalina la Grande, Rusia dirigió su atención hacia el oeste, expandiendo su imperio y convirtiéndose en una potencia europea importante. Esta expansión incluyó la ocupación de Ucrania y los Estados bálticos, protegiendo efectivamente a Moscú de amenazas occidentales.
Para el siglo XX, la Rusia comunista se había transformado en la Unión Soviética, extendiéndose desde el Pacífico hasta Berlín y desde el Ártico hasta Afganistán, rivalizando con Estados Unidos en poder económico, político y militar.
A pesar de ser el país más grande del mundo, Rusia tiene una población relativamente pequeña de alrededor de 144 millones. Su vasto territorio plantea desafíos en la distribución agrícola y la gobernanza a través de sus once zonas horarias. Geográficamente, Rusia es una potencia europea hasta los Urales, pero no es predominantemente una potencia asiática, a pesar de sus extensas fronteras en Asia.
Curiosamente, Rusia es visible desde Estados Unidos, específicamente desde una isla en Alaska, ilustrando la proximidad de los dos países en el Estrecho de Bering. Este hecho subraya la vasta extensión geográfica de Rusia, con una parte significativa de su territorio extendiéndose profundamente en Asia.
Sin embargo, Rusia enfrenta desafíos para proyectar poder en Asia debido a limitaciones logísticas y a una población escasa en Siberia, que es rica en recursos naturales pero árida y escasamente poblada. La creciente presencia de empresas y migrantes chinos en Siberia sugiere un posible cambio en la región.
Domésticamente, la diversa composición étnica de Rusia y su vasto territorio históricamente han requerido un sistema de seguridad fuerte. Esto fue evidente durante la era soviética, cuando Rusia gobernó sobre varias naciones con poca afinidad cultural o política. Regiones como Chechenia y Daguestán continúan exhibiendo sentimientos similares hacia Moscú.
La caída de la URSS fue influenciada por la tensión económica, los desafíos geográficos y la expansión militar excesiva, como la invasión de Afganistán en 1979 — impulsada no por motivos ideológicos sino por preocupaciones estratégicas sobre el control de la región.
La falta de un puerto de aguas cálidas para el acceso durante todo el año a las principales rutas comerciales ha sido una desventaja estratégica de larga data para Rusia. Esta limitación obstaculiza la capacidad de Rusia para operar como una potencia naval global y afecta su potencial económico. La búsqueda de dicho puerto ha sido un aspecto crucial de la estrategia rusa, como lo expresaron figuras históricas como Pedro el Grande, quien enfatizó la importancia de expandir la influencia de Rusia hacia regiones como Constantinopla e India.
La disolución de la Unión Soviética en 1991 resultó en el surgimiento de quince países independientes. Esta ruptura reajustó las fronteras nacionales de manera más lógica de acuerdo con características geográficas como montañas, ríos y mares, que históricamente han influido en el desarrollo de idiomas y costumbres distintos. Una excepción a esta delimitación natural se encuentra en los « Stáns » de Asia Central, donde las fronteras fueron trazadas estratégicamente por Stalin para crear estados étnicamente diversos, debilitando así su cohesión nacional.
En el paisaje postsoviético, estos países se pueden categorizar ampliamente en tres grupos basados en sus inclinaciones geopolíticas: neutrales, prooccidentales y prorrusos.
- Los países neutrales, a saber, Uzbekistán, Azerbaiyán y Turkmenistán, mantienen un grado de independencia tanto de la influencia rusa como occidental, en gran parte debido a su autosuficiencia en la producción de energía.
- Los estados prorrusos, incluyendo Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Bielorrusia y Armenia, tienen estrechos lazos económicos con Rusia. Kazajistán y Bielorrusia, por ejemplo, forman parte de la Unión Euroasiática y la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, ambas lideradas por Rusia.
- Por el contrario, los países prooccidentales, la mayoría de los cuales sufrieron bajo el dominio soviético, ahora se alinean con la OTAN y/o la UE. Este grupo incluye a Polonia, Letonia, Lituania, Estonia, la República Checa, Bulgaria, Hungría, Eslovaquia, Albania y Rumanía, junto con Georgia, Ucrania y Moldavia, que aspiran a unirse a estas alianzas occidentales, pero están obstaculizadas por la influencia rusa y la presencia militar en sus territorios.
La situación política en Ucrania ejemplifica el tira y afloja estratégico entre Rusia y Occidente. Mientras Ucrania se mantuvo prorrusa o neutral, Moscú se sintió seguro manteniendo su zona de amortiguamiento estratégico a lo largo de la Llanura Nordeuropea. Sin embargo, el giro de Ucrania hacia Occidente, con posibles membresías en la UE y la OTAN, amenazó el acceso de Rusia al mar Negro y a su único puerto de aguas cálidas importante en Sebastopol, Crimea. La escalada de esta situación llevó a la anexión de Crimea por Rusia en 2014.
La anexión de Crimea fue un movimiento estratégico de Rusia para retener el control sobre su base naval vital en Sebastopol. Este puerto, aunque crucial, está limitado por tratados internacionales que restringen los movimientos navales rusos a través del Bósforo y hacia el Mediterráneo. La presencia naval limitada de Rusia en Tartús, Siria, subraya sus limitaciones estratégicas. En consecuencia, Rusia está mejorando sus capacidades navales en el mar Negro, incluyendo la construcción de un nuevo puerto en Novorossiysk y la comisión de nuevos barcos y submarinos.
Tras la anexión, Rusia explotó vulnerabilidades geopolíticas, aprovechando el concepto de «rusos étnicos» para intervenir en territorios de la antigua URSS. Esta estrategia fue evidente en el fomento de levantamientos prorrusos en el este de Ucrania. El enfoque de Rusia es pragmático, centrado en desestabilizar regiones sin necesitar una intervención militar a gran escala, manteniendo así la negación y evitando un enfrentamiento directo con Occidente.
La situación en Ucrania revela un patrón más amplio de la política exterior rusa. Aunque es poco probable que extienda la acción militar a los Estados bálticos o más allá en Georgia, Rusia continuará ejerciendo influencia en estas regiones. Sus acciones están calculadas para evitar un conflicto directo con la OTAN mientras afirma sus intereses en su «cercano extranjero». El Occidente, particularmente Europa, es cauteloso en su respuesta, en parte debido a su dependencia de los suministros energéticos rusos. Esta dinámica ilustra la compleja interacción de la geopolítica, la política energética y los intereses nacionales que dan forma a las relaciones entre Rusia, sus vecinos y la comunidad internacional como un todo.
Las acciones militares de Rusia, como las de la guerra de 2008 con Georgia, sirven como advertencias estratégicas a la OTAN y otras potencias occidentales. En 2014, el despliegue de aviones de la OTAN y ejercicios militares en Europa del Este señalaron una postura firme contra una mayor expansión rusa hacia el oeste. Esta respuesta, aunque aparentemente modesta, fue un gesto diplomático significativo que afirmó la disposición de la OTAN para defender a sus estados miembros. Estados Unidos, en particular, ha mostrado una creciente disposición para adaptar sus estrategias de política exterior de manera independiente de las estructuras tradicionales, reflejando la frustración con el gasto en defensa relativamente más pequeño de las naciones europeas.
En los Estados bálticos, que son miembros de la OTAN, cualquier agresión rusa desencadenaría el Artículo 5 de la carta de la alianza, obligando a la defensa colectiva. Este principio se invocó previamente después de los ataques del 11 de septiembre, llevando a la participación de la OTAN en Afganistán. Como está consciente de esto, es poco probable que Rusia asalte directamente a los bálticos, pero podría ejercer influencia a través de las significativas poblaciones de habla rusa en Estonia, Letonia y Lituania. Estas comunidades, subrepresentadas y a veces apátridas, son puntos cruciales para Rusia. Además, el control ruso sobre el suministro de energía a estos Estados agrega otra capa de influencia.
En Moldavia, el enfoque de Rusia es más matizado. La acción militar directa sería abierta y costosa, pero los rusos ya ejercen control a través de Transnistria, una región separatista con una significativa población de habla rusa. Rusia mantiene una presencia militar allí y usa el apalancamiento económico, como la dependencia energética y el comercio, para influir en la orientación política de Moldavia lejos de la UE y la OTAN.
A través del mar Negro en Georgia, la influencia de Rusia está arraigada debido a la guerra de 2008, que resultó en el control ruso sobre Abjasia y Osetia del Sur. Las aspiraciones de Georgia de estrechar lazos con la UE y la OTAN están moderadas por la realidad de la proximidad y el poder militar ruso.
Las herramientas más potentes de Rusia para afirmar su influencia no son sus fuerzas militares, sino su control sobre los recursos energéticos, particularmente el gas natural. Esta dependencia de la energía rusa limita las opciones de política exterior de muchas naciones europeas. Los esfuerzos para reducir esta dependencia incluyen diversificar las fuentes de energía, con varios países europeos buscando construir terminales de GNL para importar gas de EE. UU. y otras regiones. Este cambio podría debilitar la influencia geopolítica de Rusia, incitándola a buscar nuevos mercados, como China.
Geográficamente, el alcance político global de Rusia se extiende a varias regiones, incluyendo América Latina, Medio Oriente, el Ártico y, en menor medida, África. A nivel nacional, Rusia enfrenta desafíos demográficos, con un crecimiento poblacional estancado y una esperanza de vida relativamente baja para los hombres.
A lo largo de la historia, los líderes rusos han tenido que lidiar con las mismas limitaciones geográficas, desde los tiempos de Iván el Terrible hasta Vladimir Putin. Las realidades geográficas de Rusia, como su terreno plano y sus puertos congelados, siguen siendo factores constantes en sus consideraciones estratégicas e influyen en sus interacciones con el resto del mundo.
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