En las Relaciones Internacionales (RI), el poder es un concepto multifacético que implica la capacidad de un Estado para influir en otros. No se trata solo de atributos tangibles como el tamaño o la fuerza militar de un país, sino también de factores intangibles como la habilidad diplomática y la ideología. El concepto de poder es relacional y comparativo, ya que se centra en cómo las capacidades de un Estado se comparan con las de otros. Los elementos clave del poder incluyen factores económicos como el PIB, el tamaño de la población y la disponibilidad de recursos naturales, así como aspectos menos tangibles como la cultura política y la autoridad moral. Además, los académicos de RI tratan con varias formas de este concepto, como el poder duro, el poder blando, el poder inteligente y el poder colaborativo. Al analizar el poder, podemos entender la capacidad de un Estado para influir eficazmente en los asuntos globales.
Definición de Poder
El poder es difícil de definir y medir. Comúnmente se entiende como la capacidad de influir en las acciones o decisiones de otro actor, ya sea para hacer algo que no habría hecho de otra manera o para abstenerse de hacer algo que habría hecho. Esta noción de poder como influencia subraya el hecho de que los actores poderosos son aquellos que con frecuencia consiguen lo que quieren.
No obstante, esta definición encuentra un problema crítico: a menudo no está claro qué habría hecho el segundo actor en ausencia de la influencia del primer actor, lo que lleva potencialmente a una lógica circular en la que el poder es tanto la causa como el efecto de la influencia. Para evitar este problema, el poder se ve más acertadamente como el potencial o la capacidad de ejercer influencia, en lugar de la influencia en sí misma. Los académicos de RI típicamente vinculan este potencial a atributos tangibles e intangibles de los Estados, como tamaño, ingresos y capacidades militares.
El poder también abarca elementos no materiales. La movilización efectiva y el despliegue estratégico de las capacidades de un Estado dependen de factores como la voluntad nacional, la habilidad diplomática y la legitimidad del gobierno. El poder de las ideas, como la capacidad de influir a través de procesos psicológicos que involucran religión, ideología o nacionalismo, también juega un papel significativo.
El poder no es solo sobre dominio; también implica principios de reciprocidad e identidad. Diferentes estrategias de influencia, como ofrecer incentivos para un comportamiento deseado o apelar a identidades y valores compartidos, son igualmente efectivas. Mientras que los adeptos del Realismo a menudo se centran en el dominio, ellos reconocen la eficacia de esos métodos alternativos. También reconocen que el poder es solo uno de los muchos factores que influyen en los acontecimientos del mundo real, con elementos como el azar también jugando un papel.
Finalmente, el poder es inherentemente relacional y comparativo. La importancia no radica en el crecimiento o declive absoluto de las capacidades de un Estado, sino en cómo estas capacidades se comparan con las de los otros. El poder relativo entre los Estados es lo que importa, como se ejemplifica en la comparación de los avances militares entre estados rivales como India y China. La clave para los realistas es la posición relativa y los cambios en el equilibrio de poder entre los estados.
Elementos del Poder
El poder es una mezcla compleja de varios factores asociados a un Estado. Los elementos clave incluyen su Producto Interno Bruto (PIB), su tamaño de población, su área de tierra, sus características geográficas y sus reservas de recursos naturales. Estos factores evolucionan gradualmente con el tiempo. Otros aspectos vitales, aunque menos tangibles, incluyen su cultura política, el sentido de patriotismo, el nivel educativo de la población y la fuerza de sus bases científicas y tecnológicas. La reputación de un estado para mantener sus compromisos también juega un papel crítico en su poder a largo plazo, al igual que su capacidad para influir en otros estados a través de sus valores culturales e ideologías. La autoridad moral también puede aumentar el poder de un estado al fortalecer su resolución y atraer aliados. Sin embargo, el uso excesivo de retórica moralista para enmascarar el interés nacional puede erosionar la credibilidad de un Estado, incluso entre sus propios ciudadanos.
Tal vez el factor más crucial para establecer el poder de un estado es el tamaño de su economía, medido por su PIB. Esto se debe a que una economía robusta puede financiar un gran ejército, ganar a la población con bienes de consumo e incluso atraer aliados. Un ejemplo ilustrativo del impacto de esto es el resultado del ataque sorpresa de Japón a Pearl Harbor en 1941. A pesar de la superioridad militar inicial de Japón y las ganancias territoriales en el sudeste asiático, Estados Unidos eventualmente superó a Japón debido a su superior capacidad económica y el subsiguiente aumento de su fuerza militar. No obstante, es difícil medir el PIB de un Estado, y las variaciones en los métodos de cálculo pueden afectar significativamente las estimaciones.
Además, tener poder económico no garantiza que los intereses de un Estado se logren a largo plazo. Tomemos el ejemplo de la revolución libia en 2011. Los revolucionarios enfrentaron grandes dificultades en la lucha contra el régimen de Muamar el Gadafi, que estaba equipado con armamento pesado. La situación cambió dramáticamente cuando Estados Unidos y sus aliados de la OTAN comenzaron una campaña aérea en apoyo de los rebeldes. Esta intervención cambió el equilibrio, llevando a la eventual derrota de Gadafi sin que la OTAN perdiera un solo soldado. El poder económico de la OTAN, con un PIB aproximadamente 300 veces el de Libia, jugó un papel significativo en este resultado. Sin embargo, esta clara victoria no estuvo exenta de consecuencias imprevistas. Los combatientes y militantes que habían apoyado a Gadafi capturaron un gran alijo de armas y luego se trasladaron al norte de Malí y a Argelia, donde participaron en otros enfrentamientos. Además, la situación en Libia permaneció inestable: todavía hay diferentes facciones que reclaman el control sobre varias partes del país.
Esta serie de eventos ilustra que, si bien una economía fuerte puede contribuir a la victoria militar, no garantiza simplicidad ni previsibilidad en las consecuencias a largo plazo de un conflicto. De hecho, elementos de complejidad y azar continúan desempeñando un papel significativo en la configuración de los resultados.
Además, la geopolítica, el uso de la geografía como elemento de poder, es integral para la estrategia de un Estado. Ella incluye asegurar aliados y bases cerca de potencias rivales, controlar recursos naturales y gestionar rutas comerciales estratégicas. Algunos de los problemas geopolíticos actuales involucran el control sobre las rutas de oleoductos en Asia Central y nuevas rutas de navegación abiertas por el deshielo de la capa de hielo en el Ártico, afectando a Rusia y Estados Unidos. En geopolítica, el factor principal es la ubicación, que puede mejorar significativamente las capacidades militares de un estado.
Cuando eligen qué elementos de poder priorizar, los Estados deben tomar decisiones estratégicas. Esto sucede porque tienen recursos limitados, lo que les impide de invertir en todos los elementos. Por ejemplo, invertir en fuerzas militares podría limitar los recursos disponibles para la ayuda exterior o para bienes de consumo doméstico, afectando el desarrollo de la capacidad general del estado. El concepto de fungibilidad, según el cual una forma de poder se puede convertir en otra, es esencial en este contexto. El dinero es típicamente el recurso más fungible, ya que se puede usar para adquirir otras formas de poder.
Tipos de Poder
Hard power o poder duro
El hard power o poder duro es la capacidad de obligar a alguien a hacer algo, a menudo a través de recompensas, coerción o amenazas. Esta forma tradicional de poder en Relaciones Internacionales fue destacada por Joseph Nye en 1990. El poder duro es sinónimo del enfoque de la zanahoria y el palo (carrot and stick), que implica amenazas de castigo y promesas de recompensa. No se limita a aspectos políticos (como la diplomacia coercitiva o las sanciones políticas) o militares, sino que se extiende a influencias económicas, a menudo asociadas incorrectamente solo con el poder blando. Este poder se mide típicamente de manera cuantitativa, basado en las capacidades materiales de un estado, y ejemplos incluyen la imposición de sanciones políticas y económicas e intervenciones internacionales.
Soft power o poder blando
El soft power o poder blando se refiere a la capacidad de afectar a otros a través de la atracción y persuasión en lugar de la coerción. Este poder moldea preferencias y puede manifestarse de diversas formas para los estados, como a través de la cultura, la educación, los valores políticos y económicos, el deporte, la cooperación técnica y la política exterior y diplomacia no coercitivas. Joseph Nye desarrolló este concepto al analizar la percepción del declive del poder estadounidense en la década de 1980. Argumentó que EE.UU. mantenía su influencia no solo a través de medios económicos y militares, sino también a través de su poder atractivo. Nye atribuyó la caída de la Unión Soviética en parte a su pérdida de poder blando, particularmente debido a intervenciones en Hungría y Checoslovaquia. Según Nye, el poder blando funciona como un imán, en contraste con el enfoque coercitivo del poder duro. Depende de la credibilidad y emana principalmente de la cultura de un país, valores políticos como la democracia y los derechos humanos, y políticas exteriores que consideran los intereses de otros países.
Smart power o poder inteligente
El smart power o poder inteligente implica la combinación estratégica de poder duro y blando para reforzarse mutuamente, haciendo que la búsqueda de intereses internacionales sea más eficiente y efectiva. Reconociendo que la dependencia de una sola forma de poder a menudo es insuficiente o contraproducente, el poder inteligente enfatiza la necesidad de fuerza militar junto con alianzas, asociaciones e instituciones en todos los niveles. Acuñado por Joseph Nye y Suzanne Nossel, este concepto se volvió más prescriptivo en su naturaleza, abogando por el equilibrio adecuado de herramientas diplomáticas, económicas, militares, políticas, legales y culturales en la política exterior. Un ejemplo de esto fue la política del Gran Garrote de Theodore Roosevelt, que abogaba por combinar negociaciones pacíficas con la amenaza implícita de la fuerza militar.
Sharp power o poder agudo
El sharp power o poder agudo, introducido por Christopher Walker y Jessica Ludwig en 2017, describe una estrategia de guerra de información por potencias autoritarias como China y Rusia. Implica la difusión de información maliciosa a nivel mundial para la desestabilización política. A diferencia del poder blando, que se basa en la atracción positiva, el poder agudo manipula a través del engaño y carece de transparencia. Él abarca la subversión, la presión, la distracción y la manipulación, mientras que suprime el pluralismo político y la libertad de expresión a nivel nacional para preservar el poder.
Collaborative power o poder colaborativo
El collaborative power o poder colaborativo, como lo discute Anne-Marie Slaughter, representa la capacidad colectiva de lograr lo que los individuos no pueden hacer solos. Surge de la convergencia del poder de los recursos (basado en activos tangibles como el territorio) y el poder relacional (la capacidad de afectar a otros en situaciones sociales). Este poder se facilita por las empresas tecnológicas que proporcionan plataformas para la movilización social, a menudo sin una organización formal. Un caso en punto es la liberación de la bloguera Mona Eltahawy, que había sido arrestada por las autoridades egipcias, en el contexto de una campaña en las redes sociales.
Conclusión
El concepto de poder en Relaciones Internacionales es multidimensional, abarcando una amplia gama de factores, desde activos tangibles como el PIB y la fuerza militar hasta elementos más intangibles como la habilidad diplomática, la ideología y la autoridad moral. Las diversas formas de poder, como el duro, el blando, el inteligente, el agudo y el colaborativo, destacan la complejidad de las dinámicas internacionales y la multitud de estrategias que los estados pueden emplear para perseguir sus intereses. Comprender las sutilezas de estos elementos y tipos de poder es crucial para comprender cómo interactúan los estados, se influyen mutuamente y dan forma a los asuntos globales. En última instancia, el uso efectivo del poder en las relaciones internacionales requiere un enfoque equilibrado, combinando varios elementos y tipos de poder para adaptarse al panorama geopolítico en constante cambio.
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