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La política internacional de la Santa Sede

Esta imagen es una fotografía aérea expansiva de la Plaza de San Pedro (Piazza San Pietro), la gran explanada abierta situada frente a la Basílica de San Pedro, en la Ciudad del Vaticano. El punto de vista es desde una posición elevada, probablemente desde la cúpula de la basílica, mirando hacia la plaza y adentrándose en la ciudad de Roma. La plaza tiene forma ovalada, rodeada por dos columnatas curvas formadas por cuatro hileras de grandes columnas de piedra blanca. Estas columnatas, diseñadas por Gian Lorenzo Bernini, envuelven el espacio abierto y están coronadas por estatuas de santos y figuras religiosas. En el centro de la plaza se encuentra un alto obelisco egipcio antiguo, rodeado por un patrón circular de piedras en el suelo, con dos grandes fuentes colocadas simétricamente a ambos lados. Cientos de diminutas figuras humanas, turistas y peregrinos, están dispersas por toda la plaza, caminando o reunidas en pequeños grupos, lo que da una idea de la amplitud del lugar. La arquitectura es barroca, con tonos cálidos de beige, amarillo y crema que predominan en los edificios. En primer plano se observa la balaustrada ornamentada y la estatuaria del tejado de la basílica, con grandes estatuas de piedra blanca situadas en la fachada y que miran hacia la plaza. Más allá de la Plaza de San Pedro, una amplia avenida (la Via della Conciliazione) se extiende recta, flanqueada por edificios históricos y conduciendo la vista hacia el denso entramado urbano de Roma. El paisaje urbano está densamente construido, con edificios color canela y marrón, intercalados con zonas verdes, calles arboladas y, a lo lejos, el serpenteante río Tíber. La imagen transmite la escala, la simetría y la riqueza histórica del Vaticano y su entorno urbano.
Vista aérea de la Plaza de San Pedro, en el Vaticano. Imagen de Staselnik, licenciada bajo CC BY-SA 3.0.

La Santa Sede ocupa una posición única en el derecho internacional y en los asuntos mundiales, funcionando tanto como el órgano central de gobierno de la Iglesia Católica Romana como una entidad soberana con una amplia influencia diplomática. Ha mantenido su personalidad jurídica internacional y se ha involucrado en la diplomacia global durante siglos, incluso cuando se vio privada de soberanía territorial. Hoy en día, la Santa Sede mantiene relaciones diplomáticas formales con casi todos los países del mundo, participa activamente en numerosos organismos internacionales y firma acuerdos internacionales vinculantes, como los concordatos. Aprovechando su autoridad espiritual, ejerce un notable poder blando en la mediación de paz, el diálogo interreligioso, la ayuda humanitaria y la defensa de los derechos humanos y la protección del medio ambiente. Las iniciativas diplomáticas de la Santa Sede demuestran su compromiso duradero con el fomento del diálogo y la cooperación en un mundo en rápida transformación.

Resumen

  • La Santa Sede gobierna la Iglesia Católica Romana y actúa como una entidad soberana en los asuntos globales.
  • Posee un estatus internacional único sui generis, distinto del Estado de la Ciudad del Vaticano.
  • Su soberanía está reconocida históricamente y no depende del territorio.
  • Actualmente mantiene relaciones diplomáticas formales con 184 estados soberanos.
  • Suscribe acuerdos internacionales vinculantes, incluidos tratados específicos denominados concordatos.
  • Participa activamente en la diplomacia multilateral, en particular como Estado Observador Permanente ante la ONU.
  • Se adhiere a importantes convenciones internacionales sobre derechos humanos y derecho humanitario.
  • Ejerce influencia global a través de la mediación de paz, el diálogo interreligioso y la ayuda humanitaria.
  • Su labor de defensa se centra fuertemente en los derechos humanos, incluidos los de migrantes y refugiados, y en la protección ambiental, como se refleja en la encíclica Laudato si’.
  • Recientemente, los esfuerzos diplomáticos de la Santa Sede incluyen la mejora de sus relaciones con China y el establecimiento de vínculos con Omán en 2023.

El estatus de la Santa Sede en el derecho internacional

La Santa Sede representa el órgano central de gobierno de la Iglesia Católica Romana, encabezado por el Papa como Obispo de Roma. Es fundamental diferenciar la Santa Sede del Estado de la Ciudad del Vaticano. Aunque a veces se confunden, son entidades distintas en el derecho internacional. Históricamente, el Papa gobernó sobre importantes territorios conocidos como los Estados Pontificios. Sin embargo, tras la unificación de Italia, estos territorios se perdieron en 1870. Pese a quedar sin territorio durante casi sesenta años, la Santa Sede continuó ejerciendo su personalidad jurídica internacional, manteniendo relaciones diplomáticas y actuando en el escenario mundial. Este período demostró que su soberanía no estaba intrínsecamente ligada al territorio.

La situación se resolvió formalmente en 1929 con el Tratado de Letrán entre la Santa Sede e Italia. Este acuerdo reconoció la soberanía de la Santa Sede en el ámbito internacional y creó el Estado de la Ciudad del Vaticano. El Estado de la Ciudad del Vaticano sirve como un pequeño territorio independiente destinado a garantizar la libertad y autonomía de la Santa Sede en su misión global, proporcionando una ubicación física pero distinta de la propia Santa Sede, que actúa como la entidad de gobierno de la Iglesia universal.

El derecho internacional reconoce ampliamente a la Santa Sede como una entidad soberana con personalidad jurídica internacional, lo que significa que posee derechos y deberes comparables a los de los Estados. Su estatus suele denominarse sui generis, es decir, único o “de su propio tipo”. Esto refleja sus características distintivas: no cumple con los criterios habituales de estatalidad basados principalmente en territorio y población, pero goza de reconocimiento soberano. Su personalidad jurídica deriva fundamentalmente de su prolongado papel histórico, su autoridad espiritual global y su gobierno sobre la Iglesia Católica en todo el mundo, más que de la base territorial proporcionada por el Estado de la Ciudad del Vaticano.

Esta imagen muestra un desfile ceremonial de la Guardia Suiza Pontificia, la fuerza de seguridad de élite de la Ciudad del Vaticano. La fotografía fue tomada al aire libre, posiblemente cerca del Vaticano o durante un evento en una ciudad europea, como lo sugieren los edificios y árboles del entorno. Los guardias marchan en formación por un sendero pavimentado, flanqueado por césped verde y grandes árboles frondosos al fondo. El cielo parece estar nublado y la luz diurna, difusa, ilumina la escena. Los guardias suizos visten sus icónicos y vistosos uniformes—rayas verticales de azul profundo, rojo y amarillo, con cuellos altos blancos y mangas anchas ajustadas en las muñecas por puños rojos. Cada guardia lleva zapatos negros, guantes blancos y un casco de acero negro de ala ancha, adornado con un gran penacho rojo. Sus rostros son solemnes y concentrados mientras marchan en perfecta sincronía. Al frente del grupo, un guardia porta una gran bandera amarilla y blanca—los colores de la bandera vaticana—sostenida en alto como símbolo de su deber y lealtad. Detrás de él, la formación está compuesta por hileras de guardias, todos manteniendo una postura y porte disciplinados. Al fondo, se distinguen edificios de varios pisos pintados en colores pastel claros y blanco, típicos de la arquitectura europea, con algunos espectadores o transeúntes visibles parcialmente en los bordes. El ambiente general es solemne, ceremonial e histórico, mostrando la singular vestimenta y disciplina de la unidad militar activa más antigua del mundo.
La Guardia Suiza que protege al Papa y su palacio. Imagen de Etxaburu, licenciada bajo CC BY-SA 4.0.

La red diplomática de la Santa Sede

El estatus reconocido de la Santa Sede como entidad soberana en el derecho internacional le otorga la plena capacidad de establecer relaciones diplomáticas formales con Estados y otros actores internacionales, así como la autoridad para suscribir acuerdos internacionales vinculantes. Una categoría distintiva de tratados bilaterales que celebra la Santa Sede es el concordato. Estos acuerdos formales se negocian con Estados individuales para definir el estatus jurídico y los derechos de la Iglesia Católica en el territorio de esa nación, abordando cuestiones como la libertad religiosa, el nombramiento de obispos, la propiedad eclesiástica, la educación y el reconocimiento del matrimonio. Los concordatos representan acuerdos históricos y jurídicos significativos en las relaciones Iglesia-Estado y, dependiendo del marco constitucional del país, sus disposiciones pueden, en ocasiones, interactuar o influir en el derecho interno. Más allá de los concordatos, la Santa Sede participa en una amplia gama de acuerdos internacionales, comparables a los celebrados por los Estados, que abarcan áreas de interés mutuo y preocupación global.

El centro operativo de la política exterior y las actividades diplomáticas de la Santa Sede es la Secretaría de Estado, especialmente su Sección para las Relaciones con los Estados y Organismos Internacionales, que funciona de manera similar a un ministerio de asuntos exteriores. A través de este organismo, la Santa Sede mantiene una extensa red diplomática mundial. A principios de 2025, mantiene relaciones diplomáticas plenas con 184 estados soberanos, abarcando casi todo el planeta e incluyendo naciones con sistemas políticos y credos religiosos muy diversos. Además, mantiene relaciones diplomáticas formales con la Unión Europea y la Soberana Orden Militar de Malta. La amplitud de estas relaciones se refleja en la presencia en Roma de aproximadamente 90 embajadas residentes acreditadas específicamente ante la Santa Sede. Los representantes diplomáticos papales acreditados ante gobiernos extranjeros y organismos internacionales son conocidos como Nuncios Apostólicos. Estos diplomáticos cumplen una doble función: actúan como embajadores de la Santa Sede ante el Estado anfitrión, desempeñando funciones diplomáticas tradicionales, y, al mismo tiempo, representan al Papa ante la jerarquía y la comunidad de la Iglesia Católica en ese país, sirviendo de vínculo entre la Iglesia local y Roma.

Además de sus compromisos bilaterales, la Santa Sede es un actor activo en la diplomacia multilateral. Ostenta el estatus de Estado Observador Permanente ante las Naciones Unidas, posición que ocupa desde 1964. Este estatus único otorga a la Santa Sede amplios derechos de participación: sus delegados pueden asistir y tomar la palabra en las reuniones de la Asamblea General, el Consejo de Seguridad (cuando corresponde) y el Consejo Económico y Social; contribuyen a la redacción y negociación de tratados internacionales auspiciados por la ONU en igualdad de condiciones con los Estados miembros; y siguen de cerca la labor de diversos órganos de la ONU a través de Misiones Permanentes de Observación en Nueva York y Ginebra. La Santa Sede ha optado por el estatus de observador en lugar de la membresía plena en la ONU principalmente para mantener su posición de neutralidad política, permitiéndole intervenir en cuestiones humanitarias y morales sin verse involucrada en alineamientos o disputas políticas específicas. Además, su participación se extiende a numerosos otros organismos internacionales. Es miembro pleno de organizaciones como la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA), la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) y la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT). También ostenta la condición de observador en muchos otros, incluidos la Organización Mundial del Comercio (OMC), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la UNESCO.

El compromiso de la Santa Sede con el orden jurídico internacional se manifiesta, además, en su adhesión a un considerable número de tratados multilaterales. Es parte de importantes convenciones internacionales en diversos ámbitos, incluidos acuerdos fundamentales de derecho internacional humanitario (como las Convenciones de Ginebra), control y desarme de armamentos (como el Tratado sobre la No Proliferación de las Armas Nucleares), derechos humanos, protección del patrimonio cultural (incluida la Convención sobre el Patrimonio Mundial), propiedad intelectual y regulación de las comunicaciones. En materia de derechos humanos específicamente, la Santa Sede ha ratificado varios tratados fundamentales de la ONU, en particular la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (CAT), la Convención sobre los Derechos del Niño (CRC) y la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial (CERD). Al ser parte de estos instrumentos, la Santa Sede acepta la obligación de respetar sus estándares y somete sus prácticas pertinentes a revisiones periódicas.

La influencia global de la Santa Sede

La Santa Sede aprovecha su posición singular y su autoridad moral para ejercer influencia en los asuntos internacionales, actuando con frecuencia como facilitador de la paz, defensor de la dignidad humana y el bien común, y promotor del diálogo. Uno de sus roles más reconocidos es la mediación diplomática y la promoción discreta de negociaciones de paz. La historia ofrece ejemplos elocuentes de su éxito en este ámbito. La intervención solicitada tanto por Argentina como por Chile a finales de los años setenta evitó una posible guerra por el Canal de Beagle; gracias a años de paciente mediación liderada por el cardenal Antonio Samorè bajo el mandato del papa Juan Pablo II, las partes alcanzaron el histórico Tratado de Paz y Amistad de 1984. Asimismo, la Santa Sede, especialmente bajo el papa Francisco, desempeñó un papel indispensable entre bastidores para favorecer la comunicación entre Los Estados Unidos y Cuba, utilizando sus canales diplomáticos y sus “buenos oficios” para acoger reuniones cruciales en 2014 que contribuyeron directamente a la normalización de relaciones entre ambas naciones, enemistadas desde hacía décadas. Si bien los éxitos de la mediación directa dependen en gran medida de la disposición de las partes en conflicto, la Santa Sede aboga sistemáticamente por el diálogo, la negociación y la resolución pacífica de los conflictos en todo el mundo, lo que suele denominarse una “diplomacia de la esperanza”.

Esta imagen en interiores documenta una reunión diplomática formal entre el Papa Francisco y Volodymyr Zelensky, presidente de Ucrania. La escena tiene lugar en una sala ricamente decorada, con papel tapiz amarillo y dorado de intrincados patrones. El suelo está cubierto por baldosas de mármol pulido, en tonos marrón rojizo y blanco, que reflejan la luz proveniente de una alta ventana cubierta por cortinas blancas al fondo. El Papa Francisco está a la derecha, vestido con su sotana papal blanca tradicional, con solideo y capa a juego. Sonríe cálidamente y extiende la mano derecha para estrechar la de Zelensky, quien está a la izquierda, con traje negro, camisa blanca y corbata negra. Zelensky también sonríe, inclinándose levemente hacia adelante en señal de respeto. Entre ellos y detrás, un camarógrafo vestido de negro graba el momento con una gran cámara de video profesional. Otro hombre con traje oscuro está más atrás a la derecha y un miembro del clero con hábito marrón (posiblemente un fraile franciscano) está más cerca del Papa, observando la interacción. El ambiente en la sala es formal y diplomático, marcado por el respeto mutuo y el sentido de la ocasión. La iluminación es intensa y natural, proyectando sombras suaves y resaltando las expresiones y gestos de los dos protagonistas. El entorno y la presencia de medios y asistentes subrayan la importancia de este encuentro de alto nivel entre el líder de la Iglesia católica y el presidente de Ucrania.
El papa Francisco reunido con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski en el contexto de la guerra ruso-ucraniana. Imagen del sitio web de la Presidencia de Ucrania, bajo licencia CC BY 4.0.

Íntimamente ligada a sus esfuerzos de construcción de paz está la labor decidida de la Santa Sede para promover el diálogo interreligioso. Reconociendo que la comprensión y colaboración entre diferentes credos son esenciales para la paz y la estabilidad global, los papas y los dicasterios (departamentos) vaticanos han dado cada vez más prioridad a tender puentes con líderes y comunidades de otras religiones del mundo. Esto implica organizar conferencias conjuntas, emitir declaraciones compartidas contra la violencia y el extremismo, participar en diálogos teológicos y fomentar proyectos de cooperación orientados a promover valores comunes como la paz, la justicia y el cuidado del medio ambiente. Estas iniciativas buscan contrarrestar los conflictos motivados por la religión y aprovechar el potencial positivo de la colaboración de las diversas confesiones en favor del bien común.

La defensa de temas globales urgentes constituye otro pilar de la actividad internacional de la Santa Sede, centrada con frecuencia en la protección de la dignidad humana. Esto incluye llamados constantes al reconocimiento y protección universales de los derechos humanos fundamentales, con un énfasis especial en la libertad religiosa para todas las personas en todas partes. Bajo el pontificado de Francisco, la situación de los migrantes, refugiados y víctimas de la trata de personas ha recibido especial atención. Apoyándose a menudo en su propia historia familiar como hijo de inmigrantes, ha instado repetidamente a las naciones a adoptar políticas más acogedoras y centradas en la integración, condenando la xenofobia y la indiferencia, y subrayando la obligación moral de asistir a quienes huyen de la guerra, la pobreza o la persecución. La Santa Sede apoyó activamente el desarrollo de los Pactos Mundiales de la ONU sobre Migración y sobre Refugiados, buscando incorporar principios de dignidad humana y responsabilidad compartida en los marcos internacionales que rigen la movilidad humana.

La labor de la Santa Sede en materia ambiental es igualmente destacada, expuesta con fuerza en la encíclica de 2015 del papa Francisco, Laudato si’, sobre el cuidado de la casa común. Este documento presentó un marco moral y espiritual integral para comprender los desafíos ambientales, defendiendo una “ecología integral” que relaciona el bienestar del planeta con la justicia social y la promoción humana. Criticó el consumismo y el desarrollo irresponsable, pidió acciones urgentes frente al cambio climático y la pérdida de biodiversidad, y reclamó un cambio global hacia estilos de vida y economías más sostenibles. Laudato si’ elevó notablemente el perfil de las cuestiones medioambientales dentro de la Iglesia y aportó una voz ética distintiva a las negociaciones internacionales sobre clima y sostenibilidad, subrayando que el cuidado de la tierra es inseparable del cuidado de la humanidad, especialmente de los pobres.

Más allá de las declaraciones diplomáticas, la Santa Sede inspira y respalda vastas redes de acción humanitaria llevadas a cabo por organizaciones católicas en todo el mundo. Si bien la propia Santa Sede puede proporcionar ayuda de emergencia directa a través de obras papales de caridad, su impacto más amplio radica en animar el trabajo global de entidades como Caritas Internationalis: una confederación de organizaciones católicas de ayuda, desarrollo y servicios sociales presente en más de 200 países y territorios. La Santa Sede también supervisa numerosas órdenes religiosas dedicadas a la atención sanitaria, la educación y los servicios sociales. Estas iniciativas brindan asistencia esencial a poblaciones vulnerables afectadas por conflictos, desastres naturales, pobreza y enfermedades, constituyendo una manifestación concreta y significativa de la preocupación de la Santa Sede por el bienestar humano a escala global.

Además, la Santa Sede ejerce una forma de diplomacia cultural a través de sus instituciones únicas. La Biblioteca Apostólica Vaticana y el Archivo Secreto Vaticano albergan colecciones invaluables que documentan siglos de historia, arte y cultura humana, sirviendo como centros principales de investigación académica internacional. Los Museos Vaticanos atraen a millones de visitantes de todo el mundo, mostrando un patrimonio artístico sin igual. Diversas Academias Pontificias reúnen a expertos internacionales en campos que van desde las ciencias hasta las ciencias sociales y la vida, fomentando el diálogo entre fe y razón sobre cuestiones contemporáneas. Estas instituciones facilitan el intercambio cultural y la interacción intelectual, contribuyendo a la presencia de la Santa Sede en el panorama cultural global.

En cuanto a compromisos diplomáticos recientes concretos, la relación con la República Popular China sigue siendo un enfoque clave. El Acuerdo Provisional de 2018 sobre el nombramiento de obispos, que se ha prorrogado varias veces (la última en octubre de 2024 por un periodo de cuatro años), continúa guiando los esfuerzos hacia la normalización de la vida de la Iglesia Católica en China, aunque sigue siendo un proceso delicado y no se han establecido lazos diplomáticos formales. De hecho, la Santa Sede todavía mantiene relaciones diplomáticas formales con la República de China (Taiwán), situación geopolítica compleja. Un paso reciente importante en la expansión de su alcance diplomático fue el establecimiento de relaciones diplomáticas plenas con el Sultanato de Omán en febrero de 2023, lo que refleja un esfuerzo continuo por tender puentes y fomentar el diálogo, especialmente en el mundo islámico.

Conclusión

El estatus jurídico y la actividad diplomática de la Santa Sede la distinguen como una entidad singular en el derecho internacional, reconocida por su sólida implicación con la comunidad global. Su soberanía le permite mantener una vasta red diplomática, influir en acuerdos internacionales y aportar de manera significativa al trabajo de organismos multilaterales. A través de la mediación en conflictos, la defensa de los más vulnerables, la promoción del entendimiento interreligioso y el apoyo a iniciativas humanitarias y culturales, la Santa Sede demuestra continuamente su capacidad de influir en los asuntos mundiales más allá de los límites de la estatalidad tradicional. Mientras navega por paisajes geopolíticos complejos, su compromiso con el diálogo, la paz y el bien común permanece firme. Las actividades diplomáticas de la Santa Sede garantizan que seguirá siendo una voz destacada y respetada en el escenario internacional, participando activamente en los grandes desafíos globales mientras defiende sus valores permanentes.

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